El juego de los empresarios: Quiénes son los hombres de negocios que, pese a la aspereza con que Néstor Kirchner encara la relación con el e...

Quiénes son los hombres de negocios que, pese a la aspereza con que Néstor Kirchner encara la relación con el establishment , se convirtieron en exitosos y conforman la burguesía nacional; cómo llegaron los nuevos, se adaptaron los históricos y sobreviven los enemistados.Fue la tarde más eufórica de Néstor Kirchner en el Gobierno. Era 3 de enero de 2006 y la Argentina acababa de cancelar su deuda con el Fondo Monetario Internacional. En el Salón Blanco de la Casa Rosada, entre apretujones y felicitaciones auténticas u obligadas, el Presidente se acercó al empresario José Ignacio de Mendiguren, lo abrazó y le dijo, a medio metro de LA NACION: “¡Vos estás feliz, hijo de puta!”. Apenas un instante de espontaneidad en un presidente que mide hasta el mínimo estornudo con lógica política. Que sirvió, no obstante, para entrever su relación con uno de los pocos dirigentes con quien tiene trato personal. No es fácil, aun para empresarios con décadas de roce político, relacionarse con Kirchner. Pero el estilo y las pretensiones presidenciales han ido forjando, en el transcurso de cuatro años de gestión, una nueva burguesía nacional. Algunos son completamente nuevos. Otros han logrado sortear el mismo obstáculo que muchos funcionarios del núcleo K, que es la vinculación con los 90. Puede no ser casual que hombres del Gobierno hayan comparado, alguna vez, ante ejecutivos, la situación argentina con la Venezuela de Hugo Chávez.
El concepto fue el siguiente: La burguesía clásica venezolana se terminó. Hoy existe un vasto segmento de hombres de negocios que hacen cola para comprar Audi, BMW, autos de lujo que tienen hasta seis meses de retraso en Caracas.
Ellos son la burguesía “bolivariana”. ¿Quiénes son, entonces, los protagonistas de la Argentina de Kirchner? Muy pocos tienen llegada directa a él. Lo han frecuentado Paolo Rocca (Techint), Jorge Brito (Banco Macro), Alfredo Coto (Supermercados Coto), Gerardo Werthein (Telecom), Carlos Bulgheroni (Pan American Energy), Mendiguren (Unión Industrial Argentina); Alejandro Macfarlane (Edenor); Eduardo Eurnekian (Aeropuertos) y el empresario periodístico Daniel Hadad, entre otros. Pero la interacción suele ser más bien indirecta. Cada funcionario que le consigue, por ejemplo, a un empresario una reunión con el Presidente queda expuesto a una fuerte reprimenda en el caso de que aquél no complazca a Kirchner en lo sucesivo. Lo más seguro, entonces, serán algunas vías de contacto a través del funcionario más importante: Julio De Vido, ministro de Planificación Federal.
Hay nombres que tienen una trayectoria personal, pero que parecen empezar a trascender con mayor visibilidad. Algunos de ellos: Cristóbal López, el patagónico que hizo un imperio con firmas de servicios petroleros, transporte de carga, colectivos, recolectoras de residuos, barrios privados, olivares, campos, casinos y máquinas tragamonedas; Sebastián Eskenazi, miembro de la familia que, a través de la constructora Petersen, controla los bancos de Santa Cruz, Santa Fe, San Juan y Entre Ríos; Marcelo Mindlin, dueño de Edenor, parte de Transener y generadoras eléctricas; los cordobeses Osvaldo Acosta y Gerardo Ferreyra, accionistas de Electroingeniería SA, la empresa que sorprendió al mercado eléctrico superando, en licitaciones de transporte de 500 kilovoltios, a firmas como Techint, Cartellone, Sideco y Teyma; Carlos Miguens, que encabeza Sociedad Argentina de Energía, dueña ahora del 20% de la generación eléctrica del país, y Ernesto Gutiérrez, presidente de Aeropuertos Argentina 2000, flamante dueño de la cervecería Bieckert. No fue sólo el país, es el mundo el que cambió. Es cierto que la hostilidad del Gobierno hacia determinados sectores, como el energético, facilitó la retirada de grupos internacionales como Electricité de France, France Telecom, Grupo Suez, Total y CMS. Pero también la alternativa de inversión que antes se arrogaba América latina ha pasado a los gigantes China e India. Se abren, pues, espacios para los grupos locales. La visión puede no ser tan benévola. Un informe de Eurasia Group, considerada en algunos foros como la consultora de riesgo político más importante del mundo, fue muy crítico.
"El gobierno de Kirchner ha sido sistemático en tratar de apoyar firmas privadas argentinas y aumentar ligeramente la influencia del Estado en los sectores de infraestructura y de los servicios públicos -dice el texto, a cargo del analista Daniel Kerner-. Ha habido una clara tendencia en los últimos cuatro años a una mayor presencia de participantes locales en el sector eléctrico, tales como Dolphin, la familia Miguens y Electroingeniería. Esto ha expandido la base de sustentación política del Gobierno. [...] Aunque mucho se ha dicho de las políticas heterodoxas de Kirchner y de su orientación contra el mercado, su gobierno y sus políticas económicas han tenido el respaldo de grupos empresarios locales que se han beneficiado de sus políticas a través de un tipo de cambio devaluado, obras públicas e incluso decisiones regulatorias." No todos son nuevos. Muchos, tras las fricciones, se han adaptado. Alfredo Coto fue uno de los empresarios más vilipendiados públicamente por Kirchner. A fines de 2005, el Presidente acusó de haber pronosticado inflación. "Señor Coto: yo lo conozco muy bien a usted y sé cómo trabaja sobre los bolsillos de los argentinos -dijo Kirchner, desde su atril-. Trabaje por la Argentina y deje de presionarnos. Señor Coto, los argentinos vamos a salir adelante. Se terminó su gloriosa década del 90, donde usted participó activamente y tuvo ganancias muy grandes a costa de las espaldas de los argentinos". Coto, que no había hablado una palabra de inflación pese a la sospecha de Kirchner, estaba en ese momento en Mar del Plata, en el Coloquio de IDEA, y tuvo un pico de estrés a raíz de la noticia. Llegó incluso, según testigos, a llorar en su habitación. Momentos después discutía con su mujer, Gloria, en el lobby del Sheraton, sobre si debía o no responderle al Presidente. LA NACION escuchó el diálogo. Gloria quería contestar. "Si me apoya el resto, como Carrefour o Cencosud, contesto. Solo, no", reflexionó Coto. ¿Resultado? Nadie lo apoyó. Se analizó incluso, en el directorio de IDEA, si se emitía un comunicado de respaldo al empresario. La decisión fue que no. Hoy, después de dos años, Coto cumple con rigurosidad los acuerdos de precios y es uno de los hombres de negocios con acceso más frecuente al despacho presidencial. Su preocupación es ahora otra: cancelar una deuda con bancos extranjeros, mientras toma créditos con bancos oficiales a tasas y plazos más accesibles. Coto empezó su carrera como carnicero y conoce de memoria la cadena de generación de precios: quién es quién, quién sube, quién baja. Un aporte demasiado valioso para un gobierno que se desvive por controlar, literalmente, sin necesidad de caer en una hipérbole, hasta el precio de la lechuga.
Otros empresarios de peso han sufrido la hostilidad presidencial y lograron recomponerla. Nunca entenderán Luis Pagani (Arcor) y Eduardo Elsztain (IRSA) el porqué de tanto enojo oficial después de haber sido nombrados, hace dos años, directores de Repsol YPF. Algunos ejecutivos sospechaban, sin demasiadas certezas, que el Gobierno tenía en mente otros nombres. Hay históricos que se han transformado en verdaderos soldados de la causa. Un economista recibió estupefacto, en diciembre pasado, una llamada insólita: un experimentado empresario que se desempeñó en varias ramas, que ahora maneja un concesionario de servicios públicos y que prestó varias veces su avión personal para viajes presidenciales lo llamaba para que suavizara las críticas sobre la inflación. ¿Consultoras a medida? En realidad, el Gobierno lo ha hecho ya varias veces con quienes son los principales clientes de las consultoras, como los bancos. Se trata, según la lógica oficial, del único modo de disciplinar los informes económicos. Porque, para Kirchner, la palabra cuenta. El estudio de factibilidad para el megaproyecto de la refinería que quiere el Gobierno tiene un problema de base: podría concluir en que el sueño refinador no sea sostenible. Ya varias empresas se han encontrado con posturas de consultoras intransigentes: No vamos a decir, al menos de manera tajante, que no es viable, porque eso significa no trabajar más en la Argentina , fue el mensaje. Pan American Energy se ofreció a pagar el estudio. Pero, finalmente, lo harán entre todas las empresas.
La opinión empresarial puede cambiar con la celeridad de los latidos políticos. Aunque no siempre el Gobierno repara en las palabras si la situación es propicia. Aquella presentación que Julio Werthein hizo de Carlos Menem en 2003 en el hotel Alvear, durante un almuerzo con empresarios y en plena campaña presidencial, parece no haber inmutado jamás a Kirchner. "Explicarles quién es sería una irreverencia total -empezó ese día-. Es el estadista que nos llevó de la hiperinflación a la estabilidad, de las arcas vacías a 35.000 millones de dólares en el Banco Central, de una economía cerrada a una apertura total. ¿Qué más puedo recordarles?" Los Werthein, accionistas de Telecom y de La Caja, no han recibido, sin embargo, embates del Gobierno. Pero el español Antonio Mata, ex presidente del comité ejecutivo de Aerolíneas Argentinas, nunca pudo, pese a manifiestos esfuerzos, desterrar el recuerdo que dejó el préstamo de un avión para la campaña menemista. El año pasado, tras un acuerdo entre los accionistas del grupo Marsans y el Gobierno, Mata abandonó la compañía. ¿Quién se atrevería a quedar del lado enemigo? La fiesta de entrega de los premios Fortuna suele tener una afluencia empresarial explosiva durante el cóctel, pero una asistencia raquítica durante la comida, cuando se toman las fotos que saldrán en la revista de la editorial Perfil, juzgada opositora por Kirchner. El ejecutivo de un poderoso grupo industrial sufrió un reto oficial por haber salido en la portada. Sólo dos ejecutivos se atreven ya a cuestionar públicamente al Gobierno. Uno de ellos pagó un alto precio: Juan José Aranguren, presidente de Shell, que sufrió el llamado al boicot del Presidente y los bloqueos piqueteros en sus estaciones hace dos años. Inmediatamente después, Aranguren pidió en la Cámara de la Industria del Petróleo, que aún preside, un respaldo orgánico y explícito de sus pares. Recibió la misma respuesta que Coto en Mar del Plata: silencio. El otro crítico es Cristiano Rattazzi, de Fiat Auto. La semana pasada, después de haberse reunido con el Presidente en la Casa Rosada, Rattazzi contestó con una broma cuando de una radio le preguntaban qué precio tendrían sus nuevas pick ups: "Hay que preguntarle a Guillermo Moreno", contestó. Mientras lo escuchaba, un director de una compañía europea no salía de su asombro. "Si yo hago ese chiste, me echan de la empresa. Rattazzi es inimputable", dijo. Un escrutinio por el establishment nacional permite entrever una novedad en la Argentina: no es la ministra de Economía, Felisa Miceli, la interlocutora de los empresarios. Sí, en cambio, De Vido, Miguel Peirano (secretario de Industria), Claudio Uberti (coordinador del Ministerio de Planificación), Alberto Fernández (jefe de Gabinete) y, a veces, hasta el magnate periodístico de Santa Cruz, Rudy Ulloa.Informe de La Nacion.
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